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Las personas, al realizar cualquier actividad tenemos varias formar de hacerlo, distintos caminos para llegar al mismo fin. En la enseñanza de la conducción pasa lo mismo, tenemos varias formar de enseñar, de organizar lo que enseño, de fijar una “hoja de ruta”, es decir, un método de enseñanza práctica.
Una expresión muy extendida en la enseñanza es “cada maestrillo tiene su librillo”, pero no nos convence en Autoescuela Aranda. Lo correcto es analizar, contrastar los distintos ejercicios y tareas de la circulación por el profesorado más cualificado, para concluir con un método de enseñanza uniforme, que hacen suyo todos los profesores de nuestra autoescuela.

Periódicamente, la dirección hace comprobaciones para asegurarse que los profesores siguen el método elegido. En autoescuela Aranda tenemos definido nuestro método, desde que el primer día el alunmno se sienta al volante, hasta el último día en que tratamos que el alumno desarrolle la capacidad para tomar decisiones por sí mismo, y tenga autonomía en la circulación.

Una cosa es dar vueltas con el coche, y otra muy distinta, enseñar a conducir en base a un método.

Voy a poner un ejemplo muy representativo: Un día pregunto: “¿Qué tal?” a una alumna que había dado su primera clase práctica, y me dice que bien, que ha hecho ejercicios de poner el coche en marcha, cambiar de primera a segunda y medio embrague, principalmente, pero que ha hecho poco recorrido con el coche. Me cuenta que una amiga suya el primer día ya fue hasta Gumiel por la autovía. Le expliqué que ella había aprendido y aprovechado la clase mucho más que su amiga, pues había hecho muchos más ejercicios, y además los que necesitaba, es decir, que su profesor le había dado más que a su amiga, aunque le hubiera parecido más aburrido que circular el primer día por autovía, y percibir que dan más a su amiga, algo que no es real.

El alumno tiene que aprender a distinguir “lo que le dan” de “lo que percibe que le dan”.